[ JOSE MANUEL_ textos y cosas varias]







[publicaciones]


PROYECTO





Un proyecto es una interpretación del mundo.

Surge ciertamente de una necesidad de otros, de la satisfacción de los objetivos de otros. Es importante conocer bien esas necesidades y objetivos, incluso para discutirlos con fundamento.

Pero todo se filtra e interpreta por nosotros y es imposible desvincularlo de nuestro  conocimiento y de nuestra propia experiencia vital. Precisamente esas son dos referencias sin las cuales el proyecto se convierte en capricho.

Conocer; saber todo lo que seamos capaces del tema que nos proponen, de la gente a la que va dirigido, del lugar donde se incluye. Indagar en su origen, su evolución, cómo otros han sentido e interpretado casos similares

Experiencia vital;   si un escritor no puede escribir sin haber vivido, nosotros tampoco podemos hacer arquitectura. Me refiero a la experiencia activa que te hace crecer con cada persona que conoces, con cada impresión, con cada situación, con cada paisaje, no a la experiencia del ya saber que nos lleva a acomodarnos y a repetirnos.
 ( Chillida: prefiero la experimentación a la experiencia..)

Por lo tanto en todo proyecto es esencial ese carácter vital, interpretativo y propositivo.  

Cuando nos encargan un colegio, desde ese conocimiento y experiencia,  tendremos que proponer lo que nosotros creemos que tiene que ser un colegio. Cuando trabajamos en una ciudad, en un enclave, en un paisaje, nuestro proyecto propondrá nuestra transformación del lugar.

Será importante saber-conocer qué ha sido, es y puede ser un colegio en el medio humano en el que se inscribe para ofrecer nuestra propuesta personal con fundamento, pero también recordar cuando fuimos niños, nuestra vida de niños y en cierto modo, tratar de volver a serlo.

            Para poder imaginar su transformación será importante conocer el lugar (espacio, historia, gente…) en el que vamos a trabajar, pero también volver a habitar en el recuerdo nuestros mil lugares, paisajes y gentes.

 Nosotros ponemos imágenes de cómo será el resultado antes de que exista, el proyecto habita en nuestra cabeza antes que nadie lo vea. Utilizando nuestros recursos expresivos: dibujos, modelos, montajes, tratamos de captar y descifrar nuestras ideas y hacerlas legibles para tenerlas delante, crear la mínima distancia imprescindible y poder pensar sobre ellas. Para afirmarlas o corregirlas.

Nuestras intenciones así formadas van revelándose en una propuesta, que aparece indecisa y fantasmal al principio pero que va afirmando sus líneas poco a poco. (Otra vez Chillida)
 La consideramos aceptable cuando nos parece que responde fielmente a todas (es difícil) o a lo esencial de nuestras intenciones. Me parece muy importante que la propuesta, en su imagen, en sus espacios, refleje con claridad, materialice, esas intenciones.  Lo que quieras decir, dilo con fuerza.

  Nuestra propuesta tendrá de racional el conocimiento, que la alejará del capricho y la acercará al deber ser. Tendrá de creativo nuestra apuesta personal, nuestra interpretación del mundo, nuestro sueño imaginado.

Tal vez lo aparentemente irrelevante adquiera protagonismo, lo periférico explique mejor un fenómeno. (Baudelaire: si quieres hablar de la rosa, no la menciones…..)




 En ese momento creativo toda libertad, toda falta de adicción, es poca, debemos estar dispuestos a encontrar lo inesperado, a desvelar lo esencial oculto.

                       
Dejaros escuchar vuestro silencio
                        Dejad que poco a poco afloren
                        Los murmullos de lo profundo
                        De lo auténticamente vuestro

                        Un día descubrimos que un color
Puede ser  mil colores que la luz no nos dejó ver
que la penumbra  revela mucho mas que los brillos

Un día descubrimos que un sonido son mil sonidos
Que solo podemos descubrir
 desde la penumbra del silencio

Callar  y escucharse.
Acallar tanta palabra y disponerse a distinguir
Nuestro propio latido.



PROYECTO:  DISCIPLINA Y OFICIO


Claro, resulta que los edificios no solo hay que idearlos, concebirlos desde nuestras intenciones e imaginación.

Es necesario organizarlos y construirlos.

Cualquier idea concebida, para convertirse en edificio, necesita resolverse a través de un sistema constructivo cuya misión es dar respuestas inapelables a la necesidad de vencer la gravedad -estructura -;  resolver eficazmente una envolvente  sujeta a la anterior – cerramientos,  cubierta - que ofrezca soluciones adecuadas a las condiciones del medio - iluminación, ventilación, viento, humedad, temperatura;   y contener un  sistema  de redes - instalaciones - que proporcionen medios artificiales para la  habitabilidad  y las comunicaciones.

Pero, además y antes, un edificio es un organismo y por lo tanto necesita una organización interna, es decir una relación entre las partes que lo componen y una proporción adecuada de cada uno de los espacios en función de los usos previsibles.

De esta manera el edificio responderá  en su funcionamiento a las previsiones de sus fundadores. (Como las intenciones fundacionales de las ciudades, para Aristóteles). Deberá llegarse por tanto a cada espacio por lugares lógicos y proporcionados, sin estorbos ni  interferencias para los demás, teniendo en cuenta las capacidades y los usos, su temporalidad, (simultaneidad, alternancia etc. (*)
           
·                  Estas afirmaciones  tiene un valor relativo y son más  válidas para obtener una disciplina de proyecto que para juzgar un edificio: un buen edificio trasciende su uso inicial, tiene valores significativos que están mucho más allá de sus cualidades utilitarias.

Podemos analizar un poco todo esto:

Lo que está claro es que a los edificios hay que entrar y una vez dentro moverse para dirigirse y acceder a los distintos espacios con sus usos.

Comenzaremos por la ENTRADA:

La entrada es una de las palabras más claras y contundentes que un edificio nos dirige cuando nos acercamos a él. Si su volumen, forma y fachadas ya nos han contado cosas sobre su inclusión en el lugar, sobre su carácter, importancia y destino, la entrada debe confirmar todas nuestras impresiones.
(Oiza decía algo así: Una casa tiene una puerta de una hoja, que abre hacia adentro y una Institución una puerta de dos hojas que puede abrirse completamente (añadiríamos que hacia fuera, por la evacuación). Estaba haciendo alusión a la puerta como signo, naturalmente.

Efectivamente la entrada, coloquialmente la puerta, es un signo del edificio, de su carácter doméstico o institucional, privado o público.

La puerta enseguida habla – por tamaño y signo- de ese carácter y además de la importancia del lugar que abre o cierra. Pensemos en las grandes puertas de las catedrales o los templos orientales (del tamaño del dios que albergan) pero también en las puertas de las ciudades – la puerta de la Justicia de la ciudad palatina de la Alhambra  puede ser un ejemplo – o de los palacios de los reyes o príncipes, que casi siempre han cedido a la tentación de sentirse ellos mismos dioses.

Esta claro que la función de entrar solo necesita –y suele tenerla- una puerta mas pequeña para el tamaño de las personas a pié (ahora) o a caballo (antes) lo que explica el tamaño  no demasiado pequeño de algunas puertas hasta   entrado el siglo XX, cuando los coches, mas bajos, empezaron a sustituir a los carruajes. Hoy seguimos disponiendo puertas intermedias para garajes y almacenes, normalmente desprovistas de toda significación.

Además de hablarnos, por tamaño y signo, de la dignidad del edificio, las puertas suelen mostrarnos su condición de barrera de privacidad o de ofrecimiento a ser traspasada. En el segundo caso la puerta quiere ser imperceptible, no mostrar obstáculo, limitándose a resolver  un cierre térmico. Pase, pase, parece querer decir y, aunque el paso en si sea mas reducido, suele mostrarnos generosamente el interior, para convencimiento de los indecisos.  Esto  suele darse en los establecimientos comerciales y en centros culturales públicos aunque en unos y otros exista, casi imperceptible, un riguroso control para que nadie se lleve lo que no es suyo.

El tamaño de las puertas y de los elementos de circulación interiores tiene mucho que ver también con las formas y ritmos de utilización: En un edificio de oficinas, en un centro comercial, en un teatro o en un estadio, el tamaño de las puertas es función del momento de la salida – simultánea y tal vez tumultuosa – mas que de la entrada, mas dispersa y pausada.

El lenguaje de las puertas es a veces intenso y sutil: En el patio del cuarto dorado de la Alhambra aparecen, en lugar de una puerta de acceso al Palacio de Comares (palacio del rey) dos puertas idénticas y simétricas respecto al eje virtual de la fachada. Las dos aparecen abiertas y dejan ver una pared oscura al fondo. ¿Por cuál entrar?. Sólo una, la de la izquierda, permite entrar al Palacio. La otra devuelve al intrépido a la sala del Mexuar por la que ya había pasado. La indecisión, la oscuridad y el terror de encontrarte probablemente al guardián del alfanje tras el recodo, producen un efecto mucho más persuasivo que una puerta cerrada.

ENTREMOS AL EDIFICIO: Desde este momento el edificio nos cuenta su realidad, comenzamos a entenderlo.

El edificio aparece ante nosotros mostrándonos unos elementos principales de atención, distinguidos de los secundarios. Es un momento importante pues esos elementos supondrán la orientación de nuestro movimiento; entramos buscando algo, intentando encontrar algo. La luz es esencial en ese momento pues nos revela la materia que nos permite valorar las formas, los colores, las texturas y por tanto las proporciones, las distancias. Podremos distinguir los elementos significativos, las circulaciones principales, las escaleras…

Es clásica la distinción entre espacios servidores y servidos. Los segundos, espacios finales principales a los que nos conducen los recorridos. Espacios contenedores de los usos esenciales del edificio. Los servidores nos llevan a ellos: vestíbulos, escaleras, galerías, distribuidores, pasillos….

Hasta el último cuarto del siglo XX esa diferencia ha sido clara; En las arquitecturas antiguas y clásicas esta distinción se veía favorecida porque la estructura resistente, a base de muros y columnas alineadas, establecía una identidad con la estructura espacial, siendo más fácilmente reconocibles en su diferencia dichos espacios servidores y servidos. Pero incluso en esas arquitecturas la belleza y el valor arquitectónico  estaban frecuentemente en los primeros. ¡cuanta calidad en pórticos, columnatas, claustros, galerías o patios¡ Incluso podríamos distinguir los grandes edificios por la gran importancia y calidad de sus  espacios servidores, aparentemente secundarios en el programa. En muchos casos además, ¡que difícil es distinguirlos! En una basílica romana, en un espacio bizantino, en una catedral gótica, se funden sin solución de continuidad.

El movimiento moderno aún heredó aquella distinción, incluso la tomó como axioma, pero, además, debe recordarse cómo las entreguerras y posguerras, con sus dificultades económicas exigieron especial eficacia y sencillez a las soluciones. El sustento teórico y la gran arquitectura producida en estas épocas son, en buena parte, producto de estas circunstancias limitativas.

Sin embargo las posibilidades estructurales que proporcionaban las nuevas tecnologías y materiales permitirían ir liberando la planta y la sección de esas ataduras, lo que se vería favorecido por el desarrollo y la bonanza económica posteriores.

El camino de la planta libre, iniciado por el Corbu, produce una progresiva pérdida de la identidad entre estructura portante y estructura espacial. A las grandes luces, siempre crecientes, se une la posibilidad de mayores vuelos de los cuerpos de edificación. Las losas y las estructuras multidireccionales- paso decisivo- permiten incorporar mas fácilmente las líneas oblicuas a la planta, liberándose de las alineaciones y des-figurando, por tanto, las “cajas estructurales y espaciales” características de las arquitecturas precedentes.

A finales del XX la tensión oblicua (ya teníamos algo o mucho en Borromini y sus coetáneos) se incorpora a la sección más allá de las leyes de descarga de las estructuras nervadas. Ya no solo construimos con líneas y planos oblicuos en planta sino también en sección, de modo que la propia planta y sección pierden vigencia como instrumentos de estudio y representación de una arquitectura que se concibe con instrumentos espaciales más eficaces. Sin el ordenador es imposible comprender estos nuevos fenómenos y sus posibilidades.

Todo o casi todo puede construirse pues hay programas y capacidad de cálculo, aunque exige un grado de especialización tan exigente y de tal complejidad técnica y normativa que se va produciendo paulatinamente una separación entre la generación de la arquitectura y su resolución técnica, a menudo en manos de otras profesiones  y gabinetes de especialistas.

De nuevo la bonanza económica (todo esto es bastante mas caro) favorece esta situación y las grandes empresas pueden pagarlo. Este hecho hace también que los políticos vuelvan a utilizar, como en épocas pretéritas, la arquitectura como  propaganda y medio de expresión de poder,  favorecidos por una sociedad acrítica y pasiva, adormecida en el disfrute de su bienestar económico y que solo  ve los problemas reales del mundo   como noticias de un telediario.

Se sucede el espectáculo de las inauguraciones de edificios atrevidos y carísimos, sobre todo en las proximidades de los periodos electorales  (Gracias a la necesidad de generar noticias para los infinitos medios de comunicación estos periodos son prácticamente permanentes).

Como las catedrales en  las emergentes ciudades del XIII o los palacios en la sociedad renaciente clásica, aparecen nuevos iconos arquitectónicos en las ciudades, que compiten entre sí disputándose las más famosas firmas de arquitectos.

Este artículo fue escrito para mis alumnos en la primavera del 2007 y algunas de las circunstancias económicas que describe han cambiado ya en  el verano del 2008, cuando  lo releo para incluirlo en esta  publicación.

¡PERO VOLVAMOS A NUESTRO INTERIOR!

Es necesario un orden aunque éste sea más complejo y no tan evidente:

Para que los usos no se estorben, las circulaciones no se entremezclen y el funcionamiento no acabe siendo caótico** (lo que arruinaría los objetivos para los que el edificio se construyó) es necesario que exista una cierta estructura de espacio y para ello  resulta imprescindible establecer al menos una organización básica de zonas principales y secundarias, públicas y privadas, de gran uso o de uso circunstancial o de servicio. Lo accesorio y secundario debe “empaquetarse”  situándolo en las áreas menos adecuadas para usos principales.
La posición de las grandes líneas de circulación y de las comunicaciones verticales se convierte en estos edificios en algo aún mas esencial que en los antiguos pues pasan a ser  prácticamente los principales (y a veces únicos) elementos ordenadores del conjunto.
           
**        Encontraremos también defensores del caos pero no me parece en cualquier caso un camino recomendable para el aprendizaje.

Sea como sea la arquitectura, sean rectos u oblicuos sus planos y líneas definidoras, siempre habrá en todo edificio algunos “lugares comunes” generadores de orden y referencias:

-              Una forma de entrar.

-              Un espacio primero, de carácter vestibular, explicativo y    distribuidor aunque en determinados edificios puede fundirse con otros usos.

-              Ese primer ámbito mostrará las circulaciones principales y secundarias, horizontales, verticales u oblicuas que permiten orientarse y continuar el movimiento. El edificio debe comunicar todo esto sin necesidad de carteles, si es posible.

-              Los espacios de llegada en los  diferentes niveles deberán ser explicativos de las circulaciones principales y secundarias del nivel.

-              Habrá una diferenciación clara entre los espacios de uso público o común,   los espacios restringidos-privados y los espacios de servicio (publico-aseos) o internos (instalaciones-almacenes)


De la misma forma que resulta estratégico ubicar bien las circulaciones y escaleras también lo es empaquetar y situar correctamente en espacios secundarios los elementos de servicio.

La percepción del espacio arquitectónico esta ligado a su recorrido. En esa secuencia captamos expansiones y compresiones tanto dimensionales como lumínicas, con la misma importancia.

Tendemos  a ir hacia LA LUZ (tropismo positivo, como las plantas) por eso hacia la luz suelen identificarse las direcciones principales de movimiento común o público mientras que las circulaciones hacia la sombra se identifican como secundarias o de servicio. Por eso es bueno que una escalera o una rampa asciendan hacia la luz o que una luz lateral oriente los giros en las articulaciones (llegadas de escaleras, distribuidores, nudos).

Un espacio ancho, frontal o ligeramente oblicuo respecto a la dirección que llevamos se identifica fácilmente con una circulación principal ocurriendo lo contrario con los estrechos o que se muestran en recodo.

En espacios principales solo debe haber puertas principales y las secundarias descubrirse  dentro de los pasos o rincones secundarios. Una puerta pequeña y de poca significación  en un espacio importante o al final de una visión principal suele constituir un error. Esa correspondencia de escala y significación entre los elementos arquitectónicos es un factor disciplinar de importancia.

En la llegada o salida de una escalera o ascensores o donde se concentran algunas puertas, siempre debe existir un espacio mayor articulador. Es un buen punto para descubrir algún lugar de interés dentro o fuera del edificio. Esos nuevos puntos de interés pueden resultar decisivos para crear nuevas orientaciones o referencias.
           
LA LUZ es el principal elemento articulador. La principal materia. Explica y orienta el movimiento, acentúa y cualifica los materiales. La  luz norte es más inmaterial, inunda los espacios sin dibujar sus límites (*). Es una luz fría, azul. Los vidrios abiertos al norte resultan transparentes, pues están a la sombra y permiten mirar hacia fuera las cosas iluminadas. La luz directa de sol es una luz sólida. Cálida y alegre. Vitaliza los espacios. Dibuja planos, figuras y fondos, permite leer las distancias. Es necesario protegerse de sus reflejos y contraluces. Si queremos que un  cristal con orientación de sol sea transparente tenemos que incorporar una marquesina que lo deje en  sombra. Es interesante mezclar luces en los espacios.
           
* la luz envolvente, desde todas las orientaciones y tonos,  junto a la desmaterialización que proporcionan los mosaicos es la mágia del arte bizantino. San Vital en Ravenna es un maravilloso ejemplo.

Un espacio vacío no es un espacio mejor necesariamente ni siquiera habitualmente. Los elementos arquitectónicos (pilares , muros..) ayudan a crear referencias escalares, relaciones figura-fondo, luces y sombras que permiten entender el espacio y hacerlo nuestro más fácilmente.

La naturaleza, textura y color de los materiales, sus líneas de despiece, acentúan las intenciones del espacio. Un pavimento de despiece transversal ayudará a frenar el movimiento cuando el espacio lo merece o deseamos disimular su estrechez, o a la inversa.

La vista recorre los edificios antes que nuestros pies. Resbala o se frena en las texturas, es atraida por las luces o  los colores brillantes y acompañada y sosegada por los tranquilos y neutros. Cuando una textura,  un cuadro, una escultura, necesita ser visto con detalle debemos preparar un espacio no demasiado grande para que eso sea posible. En los espacios grandes deben dominar los planos  neutros y aparecer los signos de continuidad hacia otros espacios.

La unidad de material hace envolvente el espacio y dibuja los volúmenes    mientras que los cambios de materiales o cualidades en  los distintos planos proporciona un carácter mas pictórico a la arquitectura (el neoplasticismo tuvo su orígen en pintores).

El sonido forma parte del espacio. Una catedral no lo sería sin el retumbar de un banco removido. Ni un bosque sin el rumor de un río cercano o el roce de las ramas, el viento, los pájaros…

Los olores forman parte del espacio. En cierto modo es el sentido que más se recuerda. Rememoro fácilmente la casa de mi abuela en el olor a gatos de los patios donde jugaba de pequeño.

El tacto forma parte del espacio. Tocamos con la vista y no esta mal tocar también con nuestras manos los materiales. Es muy bello sentirlos.

El buen gusto debe estar siempre presente en todos los detalles.

CONSTRUIR

Luego esta el construir. El conocimiento del oficio, de las técnicas y materiales. Se aprende poco a poco. Sobre todo viendo, participando,  preguntando y tratando de entender. No hay que tener prisa en esto.

 Para construir un edificio, para construir los sueños del proyecto es necesario conocer (ir conociendo) las técnicas constructivas. Comparo esto con un escalador que sueña con subir al Everest. Es una locura, pero es su locura, su ilusión, su intención, su sueño. No bastará sin embargo con una voluntad de hierro. Tendrá que prepararse física y psicológicamente a fondo. Realizar ejercicios aproximativos de respiración en altura para acostumbrase a gastar poco oxígeno ante el esfuerzo. Tendrá que adquirir una técnica depurada de escalada, primero en roca y luego en hielo. Tener un buen equipo ( y ganar antes dinero con otra actividad para comprarlo..)

Todo tiene carácter instrumental pero es imprescindible dominarlo para olvidarse de la técnica y disfrutar del sueño.

Tened paciencia y disfrutad de todos vuestros sueños.

6 de mayo de 2007.
Jose Manuel Sanz




[textos]

SANZ: CONSTRUIR EL VACIO. INTERPRETACION SOBRE SIETE LUGARES OBRAS EN AVILA
Autor: SANZ SANZ, JOSE MANUEL
Nº páginas: 80
Idioma: ESPAÑOL
Materia: MONOGRAFIAS DE ARQUITECTOS







PASEO ENTRE LAS PIEDRAS Y LA LUZ








Con motivo de un viaje con alumnos de la Escuela a Oporto para ver obras de Álvaro Siza Viera y Soto de Moura en 1.995.


¡ HACE 15 AÑOS ! Buaaaaahhhh.


 




ARTICULACIÓN DE LA LLEGADA AL SOTANO BAJO EL CAMPUS.  ESCUELA DE ARQUITECTURA DE OPORTO . DIBUJO EN EL LUGAR








Hace muchos años que realizo viajes de estudio con alumnos de la Escuela.






La experiencia de estos años demuestra el valor incalculable que tiene, para el aprendizaje, este encuentro con la realidad de la Arquitectura en las ciudades y edificios que hemos visitado. Más aún, si como suele ocurrir se trata de edificios o ciudades de los que se tiene un conocimiento previo a través de publicaciones, con fotografías, planos, textos etc... o de trabajos realizados sobre los mismos.


A veces se ha criticado el empleo de tiempo – siempre escaso dentro de los cursos – para estas actividades e incluso se ha tratado de obstaculizar su realización. Sería un error. Veo difícil encontrar un tiempo más útil ni mejor empleado.






El contacto directo con la realidad urbana o construida supone la experiencia real del espacio arquitectónico desde dentro del mismo. Nos rodea la ciudad o el edificio, estamos dentro del hueco y nosotros formamos parte de él. En un tiempo corto, a veces con un simple movimiento de cabeza, podemos captar una enorme cantidad de aspectos, datos y caracteres que conforman el espacio que se abre a nuestro alrededor. Obtenemos sin embargo una percepción global de este espacio, que se muestra distinto a lo que conocíamos de el y nos sorprende.




Es posible que unas fotografías llenas de intención o un comentario inspirado nos revelen sus aspectos más significativos o sus hallazgos más brillantes pero sólo esa percepción sensitiva completa nos permitirá captarlo en toda su dimensión y adueñarnos de sus secretos.




Está claro que no me refiero sólo a la percepción visual. Es imposible entender Venecia sin la leve bruma que nos humedece y matiza los colores o sin el chapoteo constante de las barcazas y las góndolas. O Nueva York sin las humaredas de las alcantarillas y ese pregnante e indefinible olor a rosquillas fritas mezclado con amarillas bocinas. Tampoco los espacios de nuestras catedrales sin su sagrada polución de incienso de todos los siglos, entre la penumbra y el sonido lejano de algún tropezado banco, empeñado en permanecer hasta que otro le releve. Mucho menos aún la Alhambra, con todos los sentidos juntos, aunque ordenados por una misteriosa poética.




Tampoco el más reciente edificio.




Es necesario estar allí y sentir todas esas cosas. La realidad del espacio y el entendimiento de lo que nos rodea se desvela lentamente ante la sensación, la observación y la pregunta. El dibujo nos ayuda a fijarnos y descifrar la forma, convirtiendo cada trazo en una duda y una afirmación. En un porqué.


Relacionamos las dimensiones de los objetos y de los espacios con nuestra propia dimensión y comprendemos su escala.


Recorremos estos últimos y percibimos las relaciones entre cada uno, el anterior y el siguiente y así, a través del movimiento, adquirimos una nueva dimensión secuencial de la Arquitectura y la comprensión de la estructura del espacio, convirtiendo nuestros pasos en medida de distancia y de tiempo.


Escuchamos el efecto de esos pasos y de nuestra propia voz dentro de ese espacio y entendemos mejor lo lejano o cercano de su contorno. Cualquier olor característico puede anclarse en un lugar muy perenne de nuestra memoria.


Vemos como la luz modela las formas y tensiona los vacíos, para frenarnos o sugerir el recorrido, explicándolos y permitiendo que captemos sus significados, al tiempo que nos revela las cualidades de la materia que los conforma o construye, que deviene de este modo en algo táctil.


Advertimos sus límites y la forma en que un hueco intencionado los prolonga para incluir otras presencias.




No es sólo esa dimensión inaprensible de la totalidad de la realidad lo que justifica y hace insustituible su experiencia.


La razón esencial es que esa percepción, esa experiencia, es personal. Se desvela a cada uno con matices distintos, con intensidad diversa en aspectos diferentes, filtrada a través de la personalidad y experiencias anteriores de cada uno.




El intercambio con la realidad se produce constantemente en la esfera personal.


Mientras percibimos estamos relacionando continuamente con otros conocimientos y contenidos almacenados en nuestra memoria.


Transformamos nuestras sensaciones en conceptos y a la inversa. Estructuramos la realidad aprehendida en una teoría sobre lo observado, en la búsqueda de su comprensión global.




Ese carácter personal y subjetivo de la experiencia no impide la búsqueda del contraste o los lugares comunes con las experiencias de otros; antes bien lo hace comunicable e intercambiable dentro del grupo, normalmente de forma espontánea, Se enriquece así no sólo el aprendizaje sino la comunicación entre sus miembros, favoreciendo la estructuración del pensamiento y el lenguaje en el desarrollo de la capacidad dialéctica, pero también el conocimiento de los demás,




He señalado hasta el momento las principales razones pedagógicas o de estrategia docente que nacen de estos viajes de estudio, un instrumento de gran valor para el aprendizaje y experiencia de la Arquitectura.




A nadie se le oculta su enorme importancia desde el punto de vista del conocimiento y comunicación personal.


En una sociedad que presiona hacia el individualismo y la competencia – según el modelo económico de la eficacia y el éxito – todo esfuerzo por favorecer la creación de objetivos e ilusiones comunes y el deseo de compartirles será poco. El conocimiento y la relación con los otros convierte al individuo en persona (el que resuena en otros) y al grupo en conjunto de personas sociables que se enriquecen mutuamente.




Oí a Antonio Gala recientemente que su palabra preferida era esperanza.


Si la esperanza es nuestro dardo benéfico lanzado al próximo siglo, mi experiencia al convivir con gente joven (sus protagonistas) en estos viajes, alimenta esa esperanza sin recelo.




Igual que ocurriera el pasado año en Venecia, el ambiente del grupo ha sido este año extraordinario.


La mayor parte de sus componentes pertenecían a mi grupo de alumnos o a otros grupos de la unidad docente, pero no todos. Algún no arquitecto enriquecía los puntos de vista. Entre los integrantes figuraban tres estudiantes alemanes y tres polacos procedentes de los intercambios Erasmus. Muchos no se conocían previamente.




Desde el primer momento hubo un proyecto y una ilusión en común. También una responsabilidad compartida. Después, muy buena comunicación y una convivencia exquisita. Al final mucha amistad y un magnífico recuerdo. No podía ser de otra forma.


Si en las visitas a los distintos edificios mi protagonismo fue, afortunadamente, relativo – por la actitud activa de la gente – pero en ocasiones inevitable- en la convivencia normal deseo siempre ser uno más y así me sentí, gracias a la madurez y naturalidad de mis compañeros de viaje.




Si el hilo conductor del curso de Proyectos han sido temas relacionados – desde diferentes enfoques – con el río Manzanares, en Madrid: el viaje nos ha conducido cruzando otros ríos por Extremadura (Guadiana) Portugal (Tajo y Duero) y Galicia ( Miño y Sil)


Con diferentes tiempos de estancia y dedicación anduvimos por Trujillo, Cáceres, Mérida, Evora, Lisboa, Aveiro, Coimbra, Oporto, Vila do Conde, Santiago y Coruña.




Aunque la obra de Álvaro Siza era nuestro principal objetivo, pudimos visitar conocidas obras de otros arquitectos como el Museo de Bellas Artes, de Gallegos y Aranguren (Cáceres) el Museo de Arte Romano de R.Moneo (Mérida) el puente de S. Calatrava (Mérida), la Facultad de Geociencias (Aveiro) y el centro de las Artes (Oporto) de Souto de Moura, el Museo de Gregotti (Lisboa) y el edificio de R.E.E. de A. Perea (Coruña). En esta ciudad tuvimos la oportunidad de visitar el Nuevo Museo de Bellas Artes junto al Convento de las Capuchinas (aún no inaugurado) mostrado por su propio autor, Manuel Gallego Jorreto, a quien debemos agradecer su gentileza, así como a las gestiones realizadas por mi amigo el arquitecto Joaquín Fernández Madrid, profesor igualmente de la E,T.S.A de La Coruña, para esta visita y la que realizamos en su compañía al Museo de Santiago.




Cubrimos los objetivos previstos sin demasiados ahogos aunque el tiempo siempre se hacía corto. Nos hizo un tiempo esplendido. No hubo, por fortuna, ningún problema importante.




Las páginas que siguen en esta memoria contienen una selección de reflexiones, cometarios y dibujos realizados por los estudiantes. Se centran exclusivamente en la obra de Siza, para limitar su ámbito a nuestro objetivo principal y controlar su extensión.


A su través tal vez podamos captar las impresiones recibidas en este viaje y de esta Arquitectura. Todos nos hemos sentido participes de su emoción y orgullosos de haber elegido este oficio.




En la memoria quedan muchas cosas, muchas más de las que somos conscientes. Recordemos tal vez el debate espontáneo en algún lugar de cualquier edificio, tras una fuerte impresión: la fiesta en las calles de Santiago: o esas múltiples figuras a contraluz sobre las rocas de Matosinhos quietas frente al atardecer, buscando tal vez el sosiego necesario para asimilar emociones tan intensas o dejándose sentir la presencia de un mar que no puede explicarse


¿Puede dorarse el azul? ¡Si!







José Manuel Sanz .1995








1 comentario:

  1. Estimado compañero, aunque antes que esto fuiste profesor y amigo. Deberías unirte a otras redes sociales para los que estamos en ellas, podamos difundir tus obras, escritos, etc... Te adjunto mis coordenadas. aavino2012@gmail.com
    @alfavino
    alfavino.blogspot.com

    Un abrazo muy fuerte.

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